domingo, 10 de febrero de 2013

Enigmas de Medianoche

La oscuridad lo abraza todo, naturaleza despierta bajo el manto inerte de la existencia.
Voy andando y siento la humedad que me cala los sentidos, la frialdad choca en mi cara y hace que se escapen unas lágrima de valor.
La bruma juega entre mis pies, sabiendo que el camino que piso es seguro.
¿Por qué te recuerdo con melancolía? Te oigo respirar y me estremezco, pienso que estás cerca, nada más lejos de la realidad. ¿Será que te busco a ti?
Espero que el canto de un solitario búho me de la respuesta, ¿por qué estoy aquí? ¿Es por tí o por mí?
Durante el paseo, mis manos van apartando las humedas ramas que arañan cariñosamente mi frente, todo es tan bello que me olvido de seguir hacia adelante y paro un instante... El aroma a tierra mojada me embriaga obligando a parar mi mente. Mirando a mi alrededor veo las luces rápidas y ágiles de la oscuridad, todo es tan romántico en ese lugar apartado de todo ruido mundanal... El movimiento viene y va, las criaturas de la noche se percatan de mi presencia y curiosas se acercan, en realidad me han atrapado con sus cantos y sonidos, no puedo volver sobre mis pasos, ya sin huellas que volver a pisar.
Miro al cielo, tan relajado por la paz del ambiente con sus millones de lucecitas brillando victoriosas y pienso: ¿qué estaría pensando al intentar escapar de aqui?
Al levantar los brazos siento como la brisa atraviesa entre mis dedos, tan sutíl como placentera y me recuerda entonces que yo pertenezco a ese lugar del que nunca me fui, lugar donde mis sentimientos quedaron esparcidos por el suelo.
En las alturas y sabiendo de su superioridad, el viejo búho sigue observando cada uno de mis estados de ánimo que van recorriendo todo mi cuerpo con tanta rapidez que no me da tiempo a asimilarlos. Oigo el crujido de las hojas secas al paso de mi propio miedo. Empiezo a sentir que el frío produce un letargo en mis manos y las vuelve torpes. ¿En qué punto estoy? ¿Todo debe quedar igual?
Entonces y como una rígida y gélida lanza de acero mi miedo me atraviesa, en medio de mi pecho, donde se aloja. La impresión hace que me deje caer sobre las rodillas produciendo un tremendo revuelo a mi alrededor y a la vez, en mi interior.
Ahora lo comprendo todo, aquel lugar me hace recordar que cada paso que dí en el pasado fue para acabar allí, bajo ese cielo que ahora implacable ve mi realidad. Siento como la humedad llega a mi interior hasta colapsar mi respiración, ¿por qué me haces esto?
Poco a poco, pero a la vez de pronto todo va cambiando, la oscuridad va dando paso a la tímida claridad, la cual va cambiando los colores, los olores, incluso los habitantes de la noche se van refugiando para dar paso a nuevos seres. Pero él sigue ahí, ese gran búho espera paciente mi reacción, mirándome con sus grandes ojos.
¡Mi respiración sale libre!
Miro a mi alrededor y descubro que mi busqueda ha terminado, estoy por fin contigo, alrededor de mí, por todas partes te tengo, me levanto para sentir cada sensación contenida por la angustia.
Ya no tendré que preocuparme, mi pecho se despeja de todo temor conforme va clareando la mañana, bañandolo todo de luz y esperanza.
La frialdad se desvanece para dejarme disfrutar de la cálida luz en mi piel, esperando calmar cada resquicio de tristeza alimentada desde hace tiempo.
Comienzo a andar, me voy acercando con cada paso. Mis movimientos se vuelven rápidos por la impaciencia del momento.
No me lo creo al llegar a esa casa con tejado marrón y puerta de madera maciza. Mis temores quedaron atrás, donde no me pueden alcanzar.
Ahora el clima es tan cálido como suave, mis manos ágiles al despojarse de aquella oscura humedad, se apoyan en la madera empujando y abriendo la vieja pero acogedora casa. Entonces doy un paso a delante, pero algo hace detenerme y volver a mirar todo ese paisaje. Una luz dorada y primaveral enciende el color verde de la hierba, al igual que cada puntito de color que florece por la espesura, árboles robustos recogen en cada una de sus ramas los alegres cánticos de los nerviosos pajarillos. El camino de dorado albero brilla con solera entre tanto verde. ¡La vida ha comenzado de nuevo en aquel lugar!
Pero alli, a lo lejos, en lo alto una silueta espera paciente e inmóvil...
-Viejo búho, que con tu sabiduría me protegistes y has traido hasta aquí. Ya no debes preocuparte, he llegado, he llegado a casa, un lugar al que pertenecer... ¡El lugar al que pertenezco!

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